Despues de haber hecho una escala considerable en Pekín, cogí mi segundo avión que me llevó a Bangkok. Pasé todo el vuelo dormido, no me entere aunque fueron más horas de las que yo imaginaba. A la llegada se nota el cambio de temperatura y humedad y se agradece ya que en el aeropuerto de Pekín tenían puesto el aire acondicionado cuando fuera estaríamos a 0°C o menos. La verdad es que aunque en Bangkok haga calor (35°) no entiendo por qué en todos los sitios tienen puesto el aire acondicionado a una potencia capaz de cogelar a la clientela. En el aeropuerto cambio algo de divisas para pagar el transporte y me dirijo al centro de la ciudad, del aeropuerto al centro bien ya que es un tren con paradas establecidas, pero más tarde para ir a mi albergue debo coger un bus según me indican en la estación de tren. ¿Pero, donde están las paradas de buses en Bangkok? ¿Que autobus para en un sitio u otro? Llamémos a Iker Jiménez para resolver el misterio. Finalmente preguntando a locales consigo tomar el bus que me deja en la estación Hua Lamphong y de ahí a mi albergue andando. Paso por callejuelas que harian estremecer al propio Rambo. Llego a mi hostal, ducha y salgo en chanclas a cenar algo, me doy media vuelta a ponerme las zapatillas. Las ratas y cucarachas campan a sus anchas por la ciudad. Me meten en un tuk tuk (triciclo grande a motor que va a toda hostia) y para china town a cenar. Yo pensaba que no me iba a chocar lo de los puestos de comida callejeros pero despues de haber visto la fauna y flora de la ciudad...como algo y también pruebo el Durian (fruta que apesta) y que tiene una textura rara y un sabor empalagoso. De vuelta al hostal andando. La primera impresión de la ciudad no ha sido para tirar cohetes; sucia, cahótica, contaminada, gigantesta, son adjetivos que le vienen como anillo al dedo a esta megaurbe de más de 10 millones de habitantes.
Es hora de dormir, estoy muerto matao molio. ¡Hasta mañana!
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